Usuario. Contraseña: Carmen Sevilla. Ya está. Ya estoy dentro. A ver si hoy encuentro a alguien interesante, que he acabado pronto y tengo dos horas hasta que lleguen. Sófocles siempre está conectado pero hoy no está. Claro, es que yo he acabado antes esta mañana.
Alta, morena de ojos verdes, uno ochenta de estatura y pelo liso. Pelo liso y sedoso como los flecos del borlón de mi cortina, así era yo y así seré para quien me abra la ventana de la conversación. Soy periodista. Escribo para un periódico importante, Tengo el móvil de Zapatero, el de Aznar lo borré, ya no me interesa. Hago Pilates y yoga los martes y los jueves para liberarme del estrés del trabajo, porque no sabes lo emocionante pero agotadora que es la vida del periodista.
Cuando trabajaba de corresponsal en California, estuvieron a punto de darme el Pulizter, lo que pasa que el día antes de la entrega del premio, va y se muere Lady Di y claro, como esta profesión es así, cogí un tren hasta Mónaco para ver de qué diseñador sería el traje y la pamela que llevaría Isabel II al entierro. Estos son los avatares de una profesional como yo, que pasa catorce horas en la redacción de un periódico porque si no es por ella no sale la edición del día siguiente. Troyano35, Gatita23, Sabrosona17…que digo yo que vaya nicks tan ridículos se pone la gente. Yo me pongo nombres de actrices: Brigitte Bardot, Audrey Hepburn, Carmen Sevilla, que ya nadie se acuerda de ella, pero a mi madre le encantaba, “esas caderitas, el cante que tiene y la gracia de la mujer andaluza”, decía mi madre, que Dios la tenga en su gloria.
Me hacen gracia los nicks que se ponen en el Messengerla gente cuando se enfada: “La eternidad nos ha separado y no hay pegamento que una los polos opuestos”. Antes de empezar a hablar con nadie, miro la lista de contactos imaginando la psique de mis agregados según los nicks de cada día. Así, sé que los del tipo “carpe diem” los pone quien está hasta hartito de su jefe, sus amigos o el trabajo pero quiere dar la impresión de ser alguien que pasa de todo y vive al límite. Luego están los que cuentan lo que van a hacer o han hecho el fin de semana: “Contemplando las tibias aguas de La Caleta”.
Mejor aún son los que se ponen nick de canciones. El Carnaval de Cádiz y sus letras protesta suelen ser muy recurrentes. Luego están los que buscan una letra de Sabina, Fito, Manolo García. Los que pertenecen a otra época pero, porque a su madre le dio la gana de parirlos ahora, se han perdido la Transición y el Franquismo, y viven en el mundo del Cola Cao y los Danone. Éstos suelen creerse catedráticos de la Marsellesa y doctores de la II República. ¡Si Azaña levantara la cabeza! La volvería a esconder, seguro.
Luego están los papanatas que no saben de lo que escriben pero que tienen un halo de divinidad que les hace estar en el podium del estrellato. Éstos no chatean, o al menos eso dicen. Aunque sólo a través del ordenador, al que viven pegados, pueden relacionarse con otro ser que no sea su grabadora digital última generación que se encuentra arrinconada en montañas de cuadernos sobre la mesa de la redacción. Éstos pasan la vida metidos en el periódico escarbando en las desgracias de los políticos contrarios a su línea editorial. Son carroña que despedaza hasta a su propia madre por coronarse con un titular. Dan las buenas noches a sus hijos por teléfono, aquellos extraños a quienes ven un mes de vacaciones al año en el que la frase más repetida es: “niño, vete a la orilla a jugar que estoy leyendo el periódico”. Yo a mi Paco lo escucho siempre. Ya que no está su padre, que en paz descanse, soy yo la que se encarga de que a mi niño no le falte de nada. Echo más horas que un reloj, que por cierto, me lo he dejado en el cuarto de baño con el bote de lejía.
Suena el portero automático ¿Quién será a estas horas? No sé para que pregunto, si este hombre es como el gallo del alba. Le falta cacarear, porque gritar, grita como un marrano antes de ser convertido en morcilla de la que te comes con pringue calentita en un hoyo de pan con aceite. Que hambre me está entrando, pero todavía me queda un rato hasta hincarle el diente a la media con mantequilla y mermelada de melocotón.
– ¿Sí?
– ¿Me puedes abrir?
Claro, hijo, que remedio, te abriré. Ya está este Enrique Pérez de Arenilla, jefe de la sección de Local y Cultura del periódico tan importante donde limpio, cuando me dejan. Todos los días a las ocho menos cuarto. Puntual como la misa de los domingos. Que digo yo, que porqué no le hago una copia de las llaves del portal y que pase sin llamar, que tengo el suelo mojado y lo me va a hacer fregarlo todo otra vez. Este hombre llega tan temprano para beberse las páginas de todos los periódicos locales y cuando llegue el jefe, le cuenta lo inútiles que son los redactores porque no han sacado las noticias que otros sacan. Nadie es competente para él, aunque a mí me da siempre los buenos días y me pregunta si quiero algo cuando baja a desayunar. Este rechoncho hombre escondido en unas gafas de pasta negras da unos gritos que cruzan la calle cuando encuentra un titular parecido al suyo en otro medio. Pero qué más da hombre de Dios, ¿tú te crees que a alguien le importa que el informe de urbanismo de este año lo hayan repartido en papel en vez de en formato CD-ROM? ¿O que la cofradía del Sagrado Cristo Arrodillado de las Penas la Mayor haya aumentado su estación de Penitencia por Carrera Oficial? Anda y baja al bar, que termine de limpiar tu despacho, que lo argofifo el último porque justo cuando me voy a poner con él, me dice que me espere que va a mirar el correo.
Tras la interrupción, ya que tengo esto recogidito menos su mesa, que la limpiaré antes de irme cuando baje a por los dulces porque ya ha encendido el ordenador, voy a ver si se hablo con alguien que aún quedan dos horas para que venga Claudia la secretaria, la chica que me enseñó a usar este chisme. En el Messenger está mi hijo desde la clase de informática y no le gusta verme conectada porque dice que esto son cosas de jóvenes. Sin embargo, Claudia me dijo que meterse en los chats no es malo y además, así no me aburriría tanto por las mañanas hasta que espero a que el jefe venga y me pague los veinticuatro euros por las cuatro horas. ¡Alegra esa cara Rosario, y a ver si encuentras un ligue en Internet, que falta te hace! ¡Por Dios, por la virgen del Carmen y los santos del cielo! ¡Qué infundios tiene esta chiquilla¡ ¡ Si mi Paco levantara la cabeza! A él nunca le gustó que yo hablara con nadie. El pelo, siempre en coleta y las mangas por el codo, que hay mucho pervertido suelto. Nunca me puso una mano encima, pero lo suyo, era suyo y de nadie más.
¡La vida no consiste en un mocho y una olla de comida, Rosario!, dice la madrileña esta. Una chica un tanto estrafalaria que fuma cigarros con olor a moro, sí, huele a esos potingues de hierbajos que beben los moros. Claudia es lista, pero ella no escribe. Rellena papeles para que el jefe los firme. Me contó que ella no hizo una carrera porque no quería que nadie la obligara a estudiar y leer cosas que no le gustaba. Dice que es “autodidacta”, que digo yo que eso será también una carrera, la que se necesita para ser secretaria.
Ya ha llegado Sófocles, que siempre se llama Sófocles. Ayer mi nick era Bárbara Rey, como la vedette, y era pintora y hoy seré periodista. Sí, yo soy periodista y me meto en el chat porque me aburro mientras hago un descanso mental del reportaje de investigación para el que he hablado con el jefe de la NASA. Este es un trabajo de mucho riesgo. El FBI me está buscando, ¿sabes?, por robar unos archivos a Bush. ¡Si yo sólo necesitaba el número de muertos para hacer una estadística! Es que resulta que me han pedido un informa a doble página, y para agilizar el ritmo de lectura le voy a meter unos gráficos con los muertos de Bush, esos que cayeron cuando el soldadito buscaba armas de destrucción masiva. No es para otra cosa. La verdad es que me da igual cuanta gente muera, ni los accidentes, sólo pido que no se muera nadie a partir de las ocho de la noche, cuando hago la última ronda de sucesos para la página de Tribunales.
En estos chats no hay nada más que fracasados, gente frustrada que inventa ser otra persona para crearse un universo imaginario en el que el teclado y la pantalla son sus confesores y confidentes. Igual que lo fue la sotana de tantas noches de camas mojadas en las que el confesionario se abría y cerraba. Igual que la tregua de ETA. Nunca existió y ellos lo sabían, lo que pasa que ZP quería apuntarse un tanto en la legislatura y le salió el tiro por la culata. Presidentes. Presidente de la Junta, del Gobierno, del PP y del PSOE. Hoy cualquiera es presidente. Cualquiera es lo que quiera ser. “Soy Ministro”. Hala, te pones eso en el nick y te subes a la proa del barco y gritas: “¡soy el rey del mundo!”, como en Titanic. A mí me gusta mucho el cine. Sí, porque allí también puedo ser otra. Las series no tanto, porque para ser Bea, la fea, o morirme como Lucía, la de Los Serrano, pues no, hijo, no.
El cine y los chats. Aquí todos podemos ser quienes queramos porque como en los confesionarios, oyes pero no ves ni sabes a quién se lo estás contando. Por otra parte, otra de las características de esto son las historias que se crean. Historias de papel mojado, o mejor dicho, de pantalla bloqueada. Imagina que estamos en una conversación interesantísima en la que de aquí a dos líneas te digo mi móvil para quedar. De repente, me caigo, pierdo la conexión y al carajo la cita. Caprichos del ADSL, WIFI y demás amigos que manejan los hilos de las marionetas. Todos somos marionetas. ¿Quién no ha entrado alguna vez en un chat, foro o blog ocultándose bajo la identidad de otro para mandar mensajes bomba a alguien? Una ventana velada que permite tirar la piedra y esconder la mano. Yo ya no puedo hacer eso, porque seguro que la piedra pesa mucho y me reventaría la bursitisdel hombro que me he hecho de fregar de rodillas el baño de la señora Dolores, la ricachona a quien limpio después de salir de este periódico.
Sófocles será un chicuelo que en vez de ir a clase se levanta, coge la mochila y se mete en un cibercafé de esos a chatear. Y la pobre madre se creerá que su niño es muy bueno y muy santo y suspende porque le tienen manía. Yo sé que el mío es como su puñetero padre. Un vago que de los que creen que todo lo van a tener hecho. Claro, si se encuentran las camas hechas, la comida en la mesa y diez euros todos los viernes que salen de una hora y media estrujando el mocho con la espalda partida.
¿Te he contado que estoy escribiendo una novela? Se publicará para la próxima primavera y se trata de una síntesis de todas las historias personales que he ido recogiendo en mi cuaderno de bitácora en mis viajes por Afganistán, Perú, Iraq, los Balcanes. Sí, ¿te he contado alguna vez que yo misma hice un torniquete a un niño al que una bomba le amputó la pierna izquierda en la guerra de Bosnia? Estaba yo sentada en la terraza de mi hotel, cuando otra explosión me sobresaltó de mi lectura. Corrí escaleras abajo… No, miento, bajé en ascensor y vi en la puerta a un niño negrito con la pierna en la acera de enfrente. No era negro no, que estamos en Bosnia. Era rubio y de ojos claros.
También recuerdo el caso que yo investigaba. Yo es que trabajo para un periódico muy importante ¿sabes? No te lo había dicho antes para no sorprendente y que te sintieras inferior a mi. Pero sí, soy periodista de investigación. Busco cafés entre montañas de papeles, botellas de agua amontonadas en las mesas, lápices mordidos por el suelo. Hasta cajas de Trankimacin vacías.
¿Tú a que te dedicabas? Sí, fontanero, es verdad me lo has dicho antes, que lo tengo apuntado en el cuaderno. Todo lo que se escape a estas páginas, jamás aparecerá en el periódico porque la mente se ha quedado tan mermada que necesita de la memoria Ram de la grabadora y, por si acaso ésta también falla, me lo apunto en el cuaderno.
Pero no se apuntan que Manuel, el hombre de las estampitas y las cruces fabricadas con mondadientes de madera pasa las noches y los días en el soportal. Lo veo todas las mañanas con su sonrisa bobalicona. El pobre, no está normal el hombre. Yo no sé por qué no viene alguien a recogerlo. Ya ni se le ven las uñas de los pies de andar descalzo. El hedor llega hasta arriba, aunque como yo echo ambientador de limón a ésta gente no les llega. Se me parten las carnes de verlo ahí, solito, al pobre. ¡Qué le importará a él que IU y PSOE pacten para gobernar la ciudad, que el aeropuerto no se construya! Él no ha visto más aviones que los de la tienda de juguetes de enfrente.
¿Me has dicho que eres albañil? Estos chats, hechos para sindicalistas que se creen que por subirse al carro de las tecnologías ya alcanza a la punta del pie de una periodista artista. Yo compongo la realidad que pasa desapercibida ante los ojos de los demás. Soy el paseante de Baudelaire, no, se escribe Baudelaire que lo he buscado en el Google. Recojo sentimientos ajenos y los plasmo en un lienzo, que no, que ya no soy pintora, lo plasmo en un papel. Cada trazo, cada mezcla de paleta. Eso es belleza Platónica. Arte que dicen otros. Aunque ahora el arte es la basura de los Beckham con la caja de la PSP presidiendo la cena. La esencia de la belleza se consigue empatizando con los personajes para arrebatarles su alma y apropiártela. Todos ellos son unos pamplinas. Que Velázquez y sus Meninas siguen hablando entre ellos, susurrando. Quien no vea la literatura en las crónicas de Semana Santa es un inculto. Sólo hay incultos que no entienden que soy culto porque hablo de Luis XIV, de los Reyes Godos y de Fernando XVI. Soy una periodista culta. ¡Coño! Que se me ha olvidado comprar el Diez Minutos del kiosco, no sé ni el día en el que vivo. Rosario, que ya es jueves hija.
No sé que voy a poner hoy para almorzar, que me ha dicho Paco que hoy sale antes y tengo que ir al súper a por la comida y la cena. La Santa Cena, sí, con mayúscula que estamos en un periódico serio y hay que poner Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, que diga, SS.MM. los Reyes de España coma Doña Sofía y Don Juan Carlos coma otra vez.
Ya me ha dicho hasta mañana Sófocles. Se ha desconectado. Sí, yo también voy a desenchufar esto porque Enrique ya ha salido del despacho y voy a recogerle la mesa antes de que llegue el director con mi cheque, que estamos a primeros de mes y la luz y el agua hay que pagarlas pronto. ¡Que hombre más culto! Su mesa es una alfombra de tomos dorados, esos libros que nada más que hacen coger polvo en las estanterías. Como todos. Vasos de café de plástico, papeles de pastelitos, la montaña de colillas en el cenicero. Que trabajo le cuesta tirar los papeles a la papelera. No, él llena el suelo de papelillos de Carnaval.
“Edipo Rey”. Hay que ver que qué nombre de rey más raro, será un saudita o algo así. Yo limpio en la redacción de un periódico serio pero leo el Pronto, el Diez Minutos y el Hola. ¿De dónde será el rey Edipo? Carlos es el de Inglaterra; Alberto, de Mónaco; Victoria, de Suecia, pero Edipo no me suena. Me gusta ese nick, me lo pondré mañana para hablar con Sófocles, que me suena a marca de café del Lidl, que por cierto, me acabo de acordar que se me ha acabado y tengo que comprar.