El cómodo mando a distancia, similar al que permite cambiar de canal de televisión desde el sofá, se ha convertido en la pesadilla de los hosteleros cordobeses que optaron por habilitar sus locales para fumadores y vender tabaco, esto es, el 80 por ciento del total. Así, para adquirir un paquete de cigarrillos el cliente debe solicitar al camarero que le active la máquina e introducir el importe en menos de 15 segundos (tiempo medio que permanece activo el aparato) porque si se demora, el camarero tendrá que hacer «zapping» de nuevo.
El propietario del bar Carrasquín, Rafael Carrasco, situado en la calle Málaga, está todavía pendiente de adaptar su máquina expendedora a la ya normativa vigente porque asegura que «los mandos están agotados y la empresa distribuidora tardará un mes y medio en traérmelo». Mientras tanto, las cajetillas de tabaco siguen cayendo a la bandeja de la máquina expendedora. «Controlar con el mando a los clientes mientras les sirves sus pedidos será un engorro», se aventura a decir Rafael, para quien será difícil atender los pedidos a la vez que activa el mando, por lo que tiene colocada la máquina expendedora frente a la barra del bar. Por su parte, en Casa Paquito, bar contiguo al de Rafael, han optado por habilitar el local para fumadores pero sin máquina expendedora. «Yo tengo el bar para fumadores, porque sino me quedaría solo, pero de máquina de tabaco nada, porque no me compensa», dice el propietario de Casa Paquito.
Un nuevo oficio: La dueña de la taberna El Sótano, Mari Ángeles, situada en la plaza de La Corredera, afirma que «con el mando a distancia de las máquinas de tabaco han creado un nuevo oficio». Los camareros del bar, además de estar pendientes de los pedidos de la terraza y de la barra tienen que tener bajo la bandeja de bebidas su mando a distancia para activar la máquina cada vez que alguien quiera comprar un paquete de cigarrillos, lo que implica un ralentización de los servicios para los clientes, explica la propietaria. Este local, habilitado como espacio para fumadores, se ha adaptado desde principios de año a la normativa antitabaco y cuenta ya con el polémico mando a distancia. Mari Ángeles relata que compró la máquina hace tres meses con el sistema de control a distancia ya incorporado, pero afirma que «los propietarios no tenemos por qué actuar como si fuéramos policías de los clientes». Ésta, bastante molesta con la normativa, dice que «en lugar del mando de control, las máquinas deberían poder activarse con el propio carné de identidad del usuario; así nos permitiría hacer nuestro trabajo sin tener que estar pendientes de si compran menores o no». Mari Ángeles se queja también de que además del control de las bebidas alcohólicas, ahora se añade otra tarea más, por lo que asegura que «hay veces que yo misma me tengo que quedar sin servir a la terraza para activar la expendedora de tabaco».
De otro lado, el dueño de Casa Luis, un bar cercano a la iglesia de San Lorenzo, asegura que también está a la espera de incorporar a su máquina expendedora el mando a distancia y afirma que «no me quiero imaginar lo que tendremos que pasar cuando llegue Semana Santa y, con el bar abarrotado de gente, tenga que activar la máquina para los clientes». Por ahora, mientras la máquina sin adaptar continúa vendiendo tabaco, lo que sí se puede leer en la puerta de entrada es un curioso cartel donde se puede leer: «Casa Luis. Aquí se fuma».
Discusiones con los clientes: A pocos días de la entrada en vigor de esta última exigencia de la «Ley Antitabaco», en el bar La Roca, en la plaza de la Oca, ya han surgido las primeras reacciones adversas al nuevo sistema de seguridad de las expendedoras. «La máquina me está costando muchas discusiones con los clientes», afirma el propietario del local, Ángel Luis Ortega Muñoyerro. «¿Cómo le digo yo a un chaval de diecisiete años, que fuma delante de sus padres, que no puedo venderle tabaco?», dice el dueño. Ángel cuenta que ya ha tenido algún enfrentamiento con fumadores menores de edad e incluso con los propios padres porque afirma que «cuando los padres mandan a sus hijos al bar a comprar tabaco y yo no le puedo activar la máquina por ser menores de edad, vienen indignados pidiéndome explicaciones». Por otra parte, Ángel critica el coste que está suponiendo para su negocio vender tabaco ya que «el mando me ha costado 280 euros, además del impuesto del tabaco y de los 3.000 euros que me costó la máquina expendedora» . Ante la norma, que prevé multas de hasta 10.000 euros para los propietarios de los bares, Ángel dice que «deberían ser sancionados los menores fumadores y sus padres». Sin embargo, otros locales han acogido el sistema con más normalidad. Así, la dueña del bar Gamboa, en la plaza San Agustín, afirma que «no he tenido ningún problema con los clientes que ya están acostumbrados a pedirme que se active la expendedora».